Los malditos
El dolor como inspiración
Gran parte de los artistas que han dejado una huella imborrable en la historia han llevado una vida desdichada y sufrido los sucesos más extraños y desgarrantes por los que alguien puede pasar. Artistas enfermos física y mentalmente que hallaron en su pesar la verdadera y única musa inspiradora, el motor para poder crear y comprender la Belleza. ¿Acaso la receta del éxito es una mezcla de genialidad y desdicha, o esa misma genialidad los ha arrastrado a ella?
Bien se dice que hay que estar un poco enfermo para ser brillante. Desde la paranoia de Hemingway (la que lo llevó al suicidio) hasta la esquizofrenia de Kafka, todo parece indicar que hay ciertos rasgos mentales que los artistas “necesitan” para crear. Estos rasgos quizá no están todos clínicamente etiquetados, pero sí nos sobran ejemplos para saber que hay algo recurrente en ellos: la inclinación hacia el mal.
Las flores más malas
Si hay alguien inevitable cuando de mal se habla, ese es Baudelaire. Las flores del mal vieron la luz en 1857, y fueron censuradas de inmorales un par de meses después. Las flores siempre escondieron cosas, esas bellezas inmundas por las que muchos sentían inclinación y nadie reconocía. En este libro podemos encontrar la descripción misma del mal, su nacimiento y su evolución; lo que explicaría la visión del hombre: un ser perverso y miserable, víctima de su carne, instrumento de los vicios.
El demonio a mi lado acecha en tentaciones;
como un aire impalpable lo siento en torno mío;
lo respiro, lo siento quemando mis pulmones
de un culpable deseo con que, en vano, porfío.
Toma a veces la forma, sabiendo que amo el arte,
de la más seductora de todas las mujeres;
con pretextos y antojos que no hecho a mala parte
acostumbra mis labios a nefandos placeres.
Cada vez más, me aleja de la dulce mirada
de Dios, dejando mi alma jadeante, fatigada
en medio de las negras llanuras del hastío.
Y pone ante mis ojos. llenos de confesiones,
heridas entreabiertas, espantosas visiones…
la destrucción preside este corazón mío.
La destrucción – “Las Flores del Mal”
Este poema es el primero de la cuarta vía de salvación o evasión: «Las Flores del Mal» (titulado igual que el libro). Esta sección cuenta con 12 poemas en los que el poeta acepta el mal y se hunde en la perversión para llegar a la belleza, su último recurso frente al hastío. El libro se divide en siete partes, introducidas por el reconocido Poema al lector. Las siete divisiones de la obra representan estados del hombre en su lucha con el mundo: «Spleen e ideal», «Cuadros parisinos», «El vino», «Las Flores del mal» y «Rebelión». La séptima parte es la conclusión: «La Muerte». Este esquema nos muestra como la obra no se limita a ser sólo una recopilación de poemas, sino que es una historia completa, de principio a fin.
Aquí nace el concepto de poeta moderno como un ser maldito, segregado de la sociedad debido a que sus valores no se correspondían con los de la burguesía. El poeta, que no comprende los comportamientos y mecanismos por los cuales la sociedad se mueve, se entrega al vicio (drogas, alcohol, prostitutas), pero no consigue saciar su alma y se hunde en el spleen.
Angustia vital
La obra introduce el concepto de spleen: el vacío de encontrarse en un mundo lleno de nada, el aburrimiento, la melancolía, el fin de los tiempos. El hombre abrazado a sus rincones más terribles: spleen es bailar en la oscuridad, angustiado y enamorado de esa angustia.
De este nuevo sentir nace una filosofía: el malditismo, la búsqueda de la autodestrucción. El artista, víctima de la sociedad, toma el spleen como el motor de su vida. Este sentimiento nacido como respuesta a la estética poética imperante era además el reflejo de un complejo contexto social y político. Por esta razón el spleen fue la piedra angular y el propulsor de las posteriores corrientes literarias que surgirían a finales del siglo XIX.
Corrientes literarias
La poesía de Baudelaire (enormemente influenciada por Edgar Allan Poe) es la síntesis del romanticismo y precursora del simbolismo. Sobre 1880, los jóvenes escritores se unieron rápidamente a este movimiento, cansados de las corrientes realistas de la época.
Para los simbolistas el mundo es un enigma por descifrar. Establecieron así la “Teoría de las correspondencias” que sostiene la existencia de lazos secretos entre el mundo sensible y el espiritual. El artista debe reconocer los símbolos para llegar a la verdad y para ello es esencial el uso de la sinestesia. La estética del simbolismo fue desarrollada por Stéphane Mallarmé y Paul Verlaine, otros dos grandes malditos de la poesía (de los que hablaremos más adelante). Su estilo apunta a la musicalidad de las rimas dejando de lado la estructura del verso, característica que lo separa del parnasianismo. Comparten de igual manera con esta corriente el uso del juego de palabras y el lema “El arte por el arte”, acuñado por el artista Théophile Gautier.
Baudelaire también es considerado uno de los pilares del decadentismo (aunque la cabeza del movimiento haya sido el poeta Verlaine). Esta corriente artística tuvo origen en Francia y su nombre es el término que empleó la crítica académica de forma irónica para describir al movimiento debido a su estética y a la forma de vida de sus adeptos. Sin embargo, y al contrario de lo que se esperaba, el término fue adoptado como nombre de la corriente.
El decadentismo ataca a las costumbres burguesas y a la moral. Apunta a escapar de la realidad para explorar el mundo de la sensibilidad y el inconsciente. Celebra la individualidad: el artista encerrado en sí mismo, evade al mundo y recrea otro a través de los símbolos. Una expresión que refleja con claridad el concepto del movimiento es la frase de Verlaine: “yo soy el imperio al fin de la decadencia”.
Los rotos
Ayer fueron poetas malditos, hoy quizá podríamos denominarlos “rotos”, como ese grupo de músicos oscuros e imprescindibles que formaron parte del denominado “Club de los 27”. Los poetas malditos eran para el mundo que habitaban escritores fastidiosos e inútiles; hoy su aporte es considerado indispensable en el desarrollo de la modernidad. Estos poetas se caracterizaban por lo novedoso de sus ideas en las que se expresaba belleza a través de imágenes sugestivas, y evitaban relacionar la palabra a un concepto lógico (esta es una de las tantas razones por las que fueron incomprendidos).
Reaccionaron contra los poetas románticos, quienes eran la voz de la sociedad. Los malditos fueron segregados por su forma de estar en la vida, en la que se entregaron a tendencias auto-destructivas (abuso de drogas, juego y alcohol) debido a sus dotes literarios que los inclinaban hacia el mal.
Los que tuvieron más suerte y pudieron acceder a puestos oficiales y honores, se negaron a aceptarlos (como es el caso de Baudelaire), adquiriendo aspectos de marginales y llevando una vida miserable atravesada por los vicios. Estas personalidades, oscuras e inestables, conocieron el abandono y luego, la enfermedad, por lo que fallecen jóvenes y en las condiciones más terribles.
Entre los grandes poetas malditos, aparte de Baudelaire (el fundador del malditismo), existieron otros tres que revolucionaron la poesía francesa y posteriormente, la literatura. Ellos fueron Verlaine, Rimbaud y Mallarmé.
La poesía del francés Paul Verlaine posee una lengua sencilla y conmovedora. Sirviéndose de la musicalidad de la lengua francesa, el poeta logra evocar sensaciones a través de sonidos.Su obra de mayor trascendencia es el libro Los poetas malditos, el cual se convirtió en el título más influyente del simbolismo en esa época, donde se mostraba la esencia del movimiento. Si bien podemos definir la obra de Verlaine como parte del simbolismo, el autor es considerado líder del decadentismo.
Su vida cambia bruscamente en 1871 cuando conoce a Arthur Rimbaud, un joven poeta de 17 años proveniente de Marsella con ansias de entablar lazos con los poetas de París. Verlaine invita a Rimbaud a vivir un tiempo con él y su mujer embarazada en su hogar. Esta situación se deforma cuando Verlaine, influenciado por la calidad de la poesía del joven artista y su espíritu rebelde a prueba de todo, se enamora perdidamente de él, hecho que lo lleva al posterior abandono de su vida matrimonial para comenzar una tormentosa relación amorosa con Rimbaud.
Ambos poetas empiezan a vagabundear por las calles de París, durmiendo donde podían y viviendo en la más sumida pobreza. El poco dinero con el que contaban terminaba usándose para comprar alcohol. De esta forma, se presentaban borrachos en las reuniones literarias, con la ropa sucia y en un estado deplorable, hecho repetido que les generó mala fama en los grupos de artistas, sobre todo por la postura soberbia y burlona que tomaba Rimbaud frente a todos, inclusive frente a Verlaine.
Sus peleas y reconciliaciones innumerables finalizan cuando Verlaine en un ataque pasional, en respuesta a la amenaza de Rimbaud de abandonarlo, le dispara en la mano. Rimbaud asustado llama a la policía y Verlaine, después de varios estudios físicos, más la acumulación de pruebas que demostraban su homosexualidad -hecho condenable en la época- es llevado a prisión.Los años en la cárcel le sirven como desintoxicación mental y física. Sus letras se vuelcan hacia un misticismo en búsqueda de paz. Al terminar su condena, ya divorciado de su mujer (que había resuelto el papeleo mientras él estaba en prisión) vuelve a la vida bohemia y el alcoholismo, momento en el que logra escribir lo mejor de su obra. Comienza a ser conocido junto a Mallarmé como maestros y especialistas en poesía. Si bien al final de su vida logró cierto renombre, sus producciones literarias sólo le bastaban para alimentarse. Fue uno de los poetas malditos que más años vivió, murió a los 51 años.
Por su lado, Arthur Rimbaud fue un “niño prodigio”: a la edad de veinte años ya había escrito toda su obra, convirtiéndose así en uno de los poetas más grandes de su tiempo. Su poesía, en vida, fue ignorada. Él mismo se despreocupaba de la difusión de sus poemas. Consideraba que la vida era un instante y que el hombre se había vuelto mediocre y dócil, por lo que se veía incapaz de disfrutar de los verdaderos placeres de la vida. Para el joven Rimbaud, el poeta no debe ser un artista, sino un vidente. Poder ver más allá le permitía al poeta escapar de la realidad y hundirse en el único y verdadero mundo: el de las sensaciones.
A los quince años Rimbaud ya había recibido todos los reconocimientos académicos que alguien de su edad puede recibir. Habiendo cumplido con su deber, ya que su madre era una mujer exigente (más aún luego de que su padre los abandonara) el poeta comienza una seguidilla de fugas de su hogar, al que retorna finalmente para evitar tener inconvenientes (eran tiempos de guerra civil en Francia). Comienza a enviarse cartas con varios poetas de París y así conoce a Verlaine. Luego de separarse de este (como dijimos, después del asunto del disparo) escribe la única obra que él mismo publica: Una temporada en el infierno.
Deja de escribir a los veinte años para dedicarse a viajar por Europa y África. Su último encuentro con Verlaine sucede en Alemania, luego de que este saliera de la cárcel. De este encuentro no surge nada especial sobre su relación: Verlaine estaba volcado al Catolicismo y Rimbaud había abandonado la escritura para trabajar, cansado de su vida salvaje. Antes de marcharse, Rimbaud le entrega a su amigo poeta sus manuscritos sobre Las iluminaciones, que será publicado algunos años después.
En 1891, a la edad de treinta y siete años, Rimbaud fallece de una enfermedad en la rodilla. Sus letras pasan desapercibidas hasta que los surrealistas resucitan su poesía y junto con ella, al autor como mito.
Stéphane Mallarmé, en contraste con la mayoría de los poetas de su estilo, escribía de una forma obstinada y rigurosa, de acuerdo a lo que había estudiado. Luego de publicar algunos poemas comienza una correspondencia con Verlaine, relación esencial para la fundación de las corrientes literarias. Intenta a través de su obra alcanzar la perfección mediante el rechazo de lo real. Sostiene que el poeta recibe infinidad de imágenes y palabras que hablan sobre el mundo real y el mundo sensible, hay que combinar estas referencias y llegar a los verdaderos significados. Podemos notar aquí una clara alusión a la “Teoría de las correspondencias” de Baudelaire, autor que marcó desde el principio la obra de Mallarmé.
A menudo organizaba veladas literarias que fueron consideradas el centro de la vida intelectual parisina, lo que fomentó a su vez la obra del autor y lo posicionó como un referente. Entre sus obras más destacadas encontramos los poemas «La siesta de un fauno», «Herodías» y «Una tirada de dados jamás abolirá el azar», su última y más experimental obra.
Mallarmé no se destacó por llevar una vida marcada por los excesos (como era común en aquella época), pero sí, como los poetas de su especie, escribió desde el spleen, apretó llagas y denunció al mundo. Además de esto, está incluido en el club de los malditos debido a su repentina muerte: mientras trabajaba en su poema «Herodías», sufrió un espasmo faríngeo y falleció a la mañana siguiente.
La doctrina sombría
Los poetas malditos tardaron muchos años en ser reconocidos y comprendidos. Fueron después guía e inspiración de una nueva oleada de grandes poetas. Su forma de vida, el catalejo con el que veían al mundo, su estética y su razón de ser, son un altísimo ejemplo poético.
Estos artistas lograron marcar y romper los cimientos morales y estéticos de lo que se conocía como poesía. Baudelaire, Verlaine, Rimbaud y Mallarmé sobresalen de su época, tanto por su extraño proceder en la vida, como también por sus mecanismos mentales fuera de este mundo, sus conceptos en los que siempre se apunta al lado oscuro de las cosas, eso que la mayoría de las personas elige no ver.
En el caso de Verlaine y Rimbaud, ¿qué podían perder cuestionando todo si no tenían nada? Su forma de pensar quizá sea más fácil de entender así (aunque sabemos que el hombre, por poco que tenga, siempre elige la seguridad). Entonces, ¿por qué Verlaine dejaría a su esposa embarazada y joven, hija de un burgués, por aventurarse con un niño de letras lindas? Solo podemos responder con un “por la Poesía”.
Por el lado de Baudelaire, quien no pasó por penurias económicas hasta ser adulto, quien rechazó un cargo diplomático que había conseguido su familia (por esto se sumergió en la pobreza) y murió de la sífilis que una puta le contagió; cabe cuestionarse: ¿habría otra historia y final posible para él? ¿Por qué terminar así? “Por la Poesía”.
El poeta Mallarmé podría haberse dedicado a una vida más académica y ordenada, lejos de los drogones y borrachos poetas de París, ¿por qué se veía obligado a desentrañar la oscuridad que vive en todos los hombres a través de sus letras? “Por la Poesía”
“Por la poesía” no es una respuesta, pero estos hombres, a quienes les salían las letras por los poros, ¿habrían podido ir en contra de algo que tenían que ser? Ellos disfrutaron y sufrieron (porque no podían evitarlo) de sus dones. Abrieron los horizontes de la psiquis humana y nos enseñaron sobre el duelo de vivir entre el deber ser y el querer ser.
Está lo que somos y están las expectativas del mundo, la sociedad señalando el sitio que debés ocupar, y ahí, en el medio, el “yo” (del poeta) danzando y siendo. Golpeado por el deseo no realizado, la pena, el odio, pero también el amor y la sensibilidad. El poeta, consciente del bien y del mal, del mundo sensible y del espiritual, encuentra los lazos y se sobrepone a la palabra para cambiar el mundo al usarla.