“¡Bernabé, Bernabé!”, de Tomás de Mattos
Carabina a la espalda y sable en mano
Tomás de Mattos dijo alguna vez:
(…) en todas mis novelas hay ficciones; en todas, podemos ser felices. Se trata del misterio de la sabiduría, como discernir el bien y el mal, y alcanzar la felicidad.
Autor de “¡Bernabé, Bernabé!” (1988), el distinguido escritor uruguayo profundiza con esta novela histórica en la reconstrucción documentada de uno de los episodios más controversiales de la historia nacional: el exterminio de las poblaciones charrúas.
Los hechos abordados en este trabajo están respaldados por testimonios y fuentes que el autor ordena y repasa, buscando esclarecer uno de los acontecimientos más oscuros de la entonces joven República del Uruguay.
¿Qué fue realmente lo que sucedió en esa “campaña del desierto oriental” contra los pueblos originarios? Los grandes hacendados financiaron lo que terminó siendo una política secreta de Estado y lo que en su momento ni Lavalleja ni Garzón se animaron a concretar; se ejecutó de forma terminante en la primera presidencia de Fructuoso Rivera, en un operativo dirigido personalmente por este.
Pero el polémico caudillo tenía a su “brazo derecho”, su sobrino y compadre Bernabé Rivera. Para algunos en aquella época, su sucesor. Bernabé era un experimentado jinete y un temerario combatiente, distinguido entre las tropas por tener la costumbre de encabezar los ataques que comandaba. Participó de muy joven en las luchas artiguistas; fue hecho prisionero por los portugueses; vivió en Río de Janeiro e integró el séquito del rey Pedro I. Fue galán en los círculos del monarca, enamorando a las cortesanas. Tras la Cruzada Libertadora, volvió para pelear contra los brasileros. Fue perseguido y condenado a muerte por los porteños de Alvear y salvó su pellejo, ayudado por el General Luna.
Héroe máximo de la Batalla de Sarandí, conquistador de las Misiones Orientales, tuvo un fuerte perfil político aunque nunca comparado al de su tío.
Cuando Fructuoso comenzó la campaña de exterminio del pueblo charrúa, Bernabé al principio vaciló, pero si bien fue el último en integrarse, también fue el último en retirarse. Y cuando el genocidio ya estaba consumado, y ya no era necesario disponer de su vida como caprichosamente la ofreció hasta el final, siguió luchando.
La campaña de 1831 se desarrolló en el Sauce del Queguay (al norte del Río Negro) y continuó en la Cueva del Tigre y Salsipuedes. En una serie sucesiva de golpes asestados a los irreductibles charrúas, el ejército oriental fue liquidando la resistencia de los principales caciques indígenas. Primero Brown y Rondó (quien formó una trinchera con los muertos para resistir hasta el final); luego Venado (heroico guerrero traicionado y asesinado de forma canallesca) y después Vaimaca Perú (el legendario jefe artiguista), que tras ser herido de bala, le gritaría a Rivera la recordada frase “¡Hey Frutos, matando amigos!”. Pero aun así, quedaba Polidoro, el último cacique charrúa. Bernabé fue tras él y a mediados del año 1832 lo encontró en el paraje de Yacaré-Cururú.
Bernabé Rivera es en la novela de Tomás de Mattos una suerte de “héroe de la estirpe homérica”, alguien que ofreció su vida en una causa no justificada más que por su pleno sentido del deber como militar. Se dijo que antes de liderar su última carga, le gritó a sus hombres: “¡Vamos muchachos, que estos perros ya son nuestros!”