¿Por qué leer a Foucault?
En principio, porque fue capaz de dialogar sobre una gran variedad de tópicos con la sociedad de su tiempo. Se interesó sobre el lenguaje, la locura, el sistema carcelario, la sexualidad, el racismo, sin dejar de lado su vínculo con el poder.
A propósito de que se cumplen treinta años de su fallecimiento, los siguientes apuntes intentarán, en breve resumen, dar una visión acerca de los conceptos de poder y Estado, que hacen que su lectura tenga plena vigencia en los acontecimientos sociales de hoy.
Michel Foucault (1926-1984) fue un profesor, filósofo francés y gran pensador crítico de la segunda mitad del siglo pasado. Su proyecto filosófico fue el análisis del ordenamiento burgués, el cómo ese ascenso de la burguesía, en tanto estructuras de poder, construye nuevas prácticas sociales e instituciones de educación. Por lo tanto, indaga profundamente en la construcción de la cultura y civilización de occidente, que naciendo con el capitalismo, fue creando las condiciones de una organización, de un disciplinar y de una regularización de la vida.
Unos de los métodos utilizados para encarar su corpus filosófico fue el estudio genealógico, que heredado de su admiración a Nietzsche, va hacia el pasado para pensar el presente. Es decir, conducir la investigación en función de una cuestión presente: si Foucault utiliza permanentemente el recurso histórico, como arqueólogo de las ideas, no es por el valor que el pasado tenga por sí mismo, sino para iluminar algo que en los tiempos que nos toca vivir está siendo cuestionado. Es una apertura a un pensamiento crítico, una incitación a romper los moldes, los dogmas y los prejuicios.
Es en este sentido que la genealogía adquiere tres dimensiones de análisis: en primer lugar, una ontología histórica de nosotros mismos en relación al saber y de cómo nos venimos construyendo como sujetos de conocimiento. La segunda dimensión es en relación al campo del poder y de cómo nos venimos construyendo en sujetos que sujetan a los demás. Por último, en relación a la ética y de cómo nos construimos en agentes de valores morales. Estos tres dominios interactúan y guardan una estrecha relación entre sí.
La cuestión del Poder
Con relación a los postulados clásicos que los teóricos hicieron sobre el poder, Foucault hace un análisis en donde los critica, los modifica o los suscribe. En el convencimiento de que la propiedad la posee la clase dominante, el filósofo francés propone que el poder no pertenece a la naturaleza de las cosas materiales; no se comercializa como una mercancía. El poder es esencialmente fuerza y la fuerza se ejerce siempre en el orden de lo estratégico.
En el plano de la localización, el poder es entendido como poder de Estado. Sin embargo, el autor afirma que el Estado es un emergente de los juegos de poder político y no su causa. Por lo tanto, propone abandonar esta concepción central acerca del poder.
El poder suele estar siempre entendido como subordinado a determinadas relaciones económicas. Foucault insiste que en todo sistema económico es posible detectar estrategias de poder, pero el poder no es la superestructura de una infraestructura económica, sino que se juega en todos los dominios sociales.
En cuanto a la acción, el poder reprime, subordina, oculta, prohíbe. He aquí los efectos del ejercicio del poder. Sin embargo, el filósofo advierte que no nos quedemos sólo con el carácter represivo del poder, porque este también es productivo, crea realidades a través de ciertas técnicas como son los sujetos normalizados. De ahí que se desprenda la legalidad del poder, que se entiende como ley de Estado. Foucault responde, no se crea a la ley como la construcción que permite delimitar claramente lo que es legítimo de lo que no lo es. La ley pertenece al orden también, que legaliza muchos ilegalismos.
Al contrario de Platón, que legítima la violencia del político real, diciendo que en función de un saber, de una episteme, tiene el derecho de vida y muerte en la república (el poder del soberano). A lo largo de la historia de occidente esta legitimación, pasara a llamarse Razón de Estado (el poder sobre la vida en general).
La cuestión del Estado
Para entender qué es esta Razón de Estado Foucault ha de tomar el análisis de la etimología de ambos términos realizados por Giovanni Palazzo, para da a entender, a la luz del análisis genealógico que del poder hace, cómo esa Razón de Estado cuando siente perder su estabilidad, apunta todas las estrategias de control hacia uno de los elementos del Estado que conocemos como población. Palazzo analiza cada uno de los términos: en primer lugar, la Razón, desde el punto de vista objetivo, designa la esencia de una cosa, lo que la cosa es y permite a esa esencia enlazar las restantes propiedades de la cosa en cuestión. En el aspecto subjetivo, remite a la construcción de un saber al que la voluntad se pliega o más, obedece.
El concepto de Estado, implica cuatro elementos, el dominio territorial; un conjunto de instituciones; un estatus de vida o condición de vida de la población; y un estado cualitativo. Es decir, un modo de estar que se caracteriza por la inamovilidad, aún cuando existe cierto movimiento, con la intención de recuperar el estado de reposo.
Para Foucault la reflexión filosófica sobre la razón de estado es la preocupación sobre la gubernamentalidad del Estado. Por gubernamentalidad se entiende, no a los gobiernos de los Estados, sino a las prácticas, estrategias y técnicas de poder y control que el Estado implementa a través del gobierno, como garante del orden, la integridad y la paz social. Por consiguiente se hace necesario analizar la introducción de la noción de Razón de Estado, en qué momento y bajo qué formas el Estado comienza a programar de manera concentrada estrategias y técnicas de poder sobre la población.
Foucault ha de tomar para tal fin un ensayo del siglo XVII de Francis Bacon que lleva por nombre “Ensayo sobre la sedición y los disturbios”. En él se presenta toda una descripción, todo un análisis, todo una física de la sedición y las precauciones que deben tomarse contra ella, en qué signos debe estar atento el gobernante de la población, cuando en ella se instale el descontento. Dicho ensayo anticipa lo que Foucault denomina como poder disciplinar y biopoder. Ante una burguesía emergente, es necesario disciplinar, ya que el propósito de tal control es procurar un sujeto productivo. Por el lado del descontento, también hay que aplicar una serie de técnicas y procedimientos para mantener la integridad del Estado, evitando el descontento, es necesario un pueblo lento y una nobleza débil. Los nobles son de fácil control por la cercanía al gobierno, es posible ganárselos o de lo contrario se lo ejecuta. El pueblo es más grave y serio de resolver, porque el pueblo se mueve entre lo cercano y lo distante al gobierno. Se busca manipular la opinión, para que el pueblo no encuentre un líder en la nobleza. Además, siempre se debe dejar al pueblo un poco de esperanza.
Foucault encuentra tres razones importantes a tener en cuenta por la gubernabilidad para controlar a la población ante el peligro de la sedición. Analizando el ensayo de Bacon, Foucault entiende que a mediados del siglo XVIII gobernar consistía precisamente en hacerse cargo de la constante latente, de la virtualidad intrínseca de la población, que es la sedición. Por lo tanto los remedios que propone Bacon a las causas de la sedición, responden a un profundo conocimiento de la economía y de la opinión. El Estado procurará construir un aparato de control para esta última.
A fines del siglo XVII y mediados del siglo XVIII, el soberano no debe tener como único propósito conocer las leyes, sino un saber de la fuerza y los recursos necesarios del Estado, y con este propósito nace la estadística, que por definición es la disciplina que tiene por objeto investigar las fortalezas y debilidades del Estado en todos sus elementos. El propósito del ascenso de la burguesía consiste en construir un aparato administrativo que no sea mero agente de las órdenes del gobernante, sino que construya un saber sobre la población y los elementos del Estado basados en la investigación y el secreto. Es así que el secreto se transformara en un dispositivo de control contra los adversarios, por lo tanto, se tendrá que reglamentar lo que está permitido publicar de lo que no lo está. Consiguientemente, las investigaciones e informes permiten la construcción de un saber específico. Se intenta intervenir en la subjetividad de los sujetos para que cambien de opinión. En fin, para Foucault, parecen converger dos tecnologías de poder en el texto de Bacon que el filósofo francés denominara: disciplina y biopoder.
La tecnología de poder disciplinar que surge a mediados del siglo XVIII es de carácter local e individualizadora, dado que tiene como objetivo el cuerpo. Disciplinar es aquella técnica que potencia la utilidad del cuerpo, pero, para colocarlo al servicio de la obediencia, a la sumisión que la institución requiera. Así se normalizan o disciplinan los niños en las escuelas. Ya a fines del siglo XVIII y durante todo el siglo XIX surge una nueva tecnología de poder, que ya no tiene como objeto de control la relación individuo/cuerpo, sino el control mediante reglamentación de fenómenos sociales masivos, globales, generales, que se caracterizan por tener una larga duración en el tiempo. No se habla de una epidemia, que de poder ser localizada se le aplican los procedimientos que permitan a los afectados ser asistidos médicamente, sino que Foucault habla de endemias, es decir, la forma, la naturaleza, la extensión, la duración y la intensidad de las enfermedades reinantes en una población. Así surgen los dispositivos del biopoder. Se trata de reglamentar la vida. Tendríamos así, dos sistemas o tecnologías de poder para Foucault. Una, la que abarca el cuerpo, la disciplina y la institución; la otra, la que comprende la población, su reglamentación y el Estado. Estas dos tecnologías de poder interactúan entre sí, aunque se corresponden con tiempos históricos distintos.
Es en este despliegue de técnicas de poder lo que lleva a Foucault a afirmar que el sistema, cualquier sistema, siempre nos precede, y la garantía que tiene toda Razón de Estado de mantenerse, es cuando los sujetos terminan sujetados a él, lo exudan y no se percatan. Por momentos lo descubrimos o se descubre, y es en esas rarísimas circunstancias en donde podemos hablar de prácticas auténticas de libertad.
Foucault entiende al poder como una tela de araña que se esparce a través de toda la población. No intenta con esto caer en la idea llana de que algunos tienen el poder y otros lo padecen, sino que el poder nos incluye a todos y que, si bien hay áreas de la red más espesas y zonas más finas, ninguno es extraño a ese tejido. De manera que es posible estirar la red en algún lugar y hacer agitar toda la estructura. Este análisis del poder llevo a Foucault a entender la modernidad como el empeño de crear una sociedad disciplinaria mediante tecnologías de control y constitución de identidades. El poder no emergió entonces como una simple fuerza de represión sino también como la posibilidad de realización. Es decir, la imagen de las tramas de poder que atraviesan toda la sociedad, abrió la perspectiva de las micro políticas, experiencias que surgen desde las prácticas sociales mismas, que son comunitarias, que excluyen tanto la idea de una vanguardia trasnochada que pretende dictar su ideología como la de un prospecto a aplicar a la totalidad del fenómeno social.
Interpretando a Foucault, se trata de buscar un tipo de ejercicio de la ciudadanía que encare necesidades y problemas determinados sin encandilarse con el poder o con la lucha por el poder, porque lo sustancial no es ansiar el poder, sino construir la pura sensibilidad de la resistencia.