Una silla, tres sillas

Reflexiones sobre el objeto del arte

La representación de la realidad como engaño:

Fue en la Grecia del siglo V a. C. que según los cronistas de la antigüedad, se dio el afamado duelo entre los dos pintores: Zeuxis y Parrasio. La disputa consistió en que, frente a un auditorio, se pudiera establecer cuál de ambos artistas emulaba la realidad de mejor forma. El cuadro de Zeuxis radicó en unos bellos racimos de uvas que según el relato, cuando fueron revelados, unos pájaros se abalanzaron contra ellos de manera súbita, y tratando de pararse sobre la fruta, terminaron por chocarse contra la pintura.El asombro del público, maravillado por la fidelidad de la representación, pareció darle de antemano la victoria a aquel gran pintor. Cuando Zeuxis le pidió a su contrincante que corriera el lienzo de su obra para así de esa manera mostrarla, Parrasio simplemente contestó que su pintura había estado descubierta desde el principio de la contienda y a la vista de todos. La obra era un lienzo blanco pintado que simulaba cubrir una obra. Parrasio ganó aquel encuentro, porque en boca del propio Zeuxis, las uvas habían engañado a los animales pero el cuadro de su contrincante lo había engañado a él mismo.

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La Idea y su representación:

Para Platón (también del siglo V a. C) cualquier trabajador manual se encuentra más cerca del significado y la composición de las cosas (de los objetos) que un artista plástico.

Dice por ejemplo, que un carpintero comprende en mayor medida la idea de “cama” o la idea de “silla” que la percepción que tiene un pintor respecto al mismo objeto. La razón es sencilla: uno (el carpintero) posee el conocimiento para construirla de manera precisa; en cambio el segundo (el pintor) solo sabe representar el objeto en cuestión.

El carpintero es portador de un mayor conocimiento de la Idea-Cama, o al menos está más cerca de la realidad de los objetos, pues tiene un conocimiento conceptual de los mismos. De esa forma el trabajo manual está definitivamente más cerca de la verdad de las cosas que el pintor o el artista, imitadores que sólo se limitan a representarlas.

El artista crea una imagen que se pretende una representación de la realidad (mimesis), pero que no es la realidad misma. La imitación de la realidad para Platón, es una falsedad. Lo mismo atribuye para otras expresiones artísticas como la narración, la poesía, el teatro o la escultura.

La realidad, la representación y la apariencia:

La evolución del arte (de las artes plásticas en este caso) y su desarrollo en el devenir histórico, no han sido necesariamente de carácter lineal y progresivo.

Temas por ejemplo vinculados a la percepción de la realidad del sujeto (el artista) y la relación entre el sujeto y el objeto, o la interacción entre ambos y la determinación de uno sobre el otro, han sido cuestiones que podemos encontrar ya debatidas en la antigüedad.

En 1928 René Magritte en “La traición de las imágenes” pintó su celebérrima pipa, y escribió debajo de la misma: “ceci n’est past une pipe” (“esto no es una pipa”). Con su característico estilo provocador y polemizador, reabrió entonces la milenaria discusión que los sofistas, Sócrates y Platón mantuvieron en la antigüedad.

Para Magritte, la imagen de un objeto que recepciona el sujeto, no es una imagen fiel del objeto en sí. Por lo tanto, la imagen de la pipa pintada, no es la pipa real. Éste fue uno de los tantos cuestionamientos que en lo inmediato golpeó directamente las intenciones y los resultados de toda la realidad pictórica del siglo XX.

Ahora bien, ¿por qué, cualquiera que vea el cuadro, ve una pipa? Si la pipa pintada es una ilusión, una refracción de luz que el ojo del sujeto percibe, decodifica y procesa, pero que no es efectivamente el objeto, ¿por qué es una pipa? La relación entre idea, concepto, imagen, objeto y sujeto es inextricable.

Michel Foucault (que le dedicó un ensayo completo a la famosa pintura de Magritte) también subraya lo mismo. Pese a que Magritte nos advierte que “eso” que se ve en el cuadro “no es una pipa”, cualquiera que tome contacto con la pintura sabe con o sin aclaración del artista que eso efectivamente es lo que su autor nos dice que no es. Ahora bien, es evidente que el objeto representado es una pipa. También es evidente que una pipa dibujada no es una pipa real.

Aclarado esto, ¿hacia dónde apunta el artista entonces? ¿Qué es lo que quiere decir?  Magritte, retoma la vieja problemática planteada por Platón 2500 años antes, y la deposita como una dificultad ineludible a solucionar en lo que concierne a los objetivos del arte, en el seno de las vanguardias del siglo XX.

Foucault, para variar, añade más complejidad al asunto. Evidentemente, nos dice, ese dibujo es una pipa, y el enunciado que está debajo no es para nada contradictorio con el dibujo. En realidad, son dos enunciados en uno: un enunciado escrito y un enunciado dibujado. Ambos, aparentemente contradictorios, definen a la obra como un conjunto de palabras dibujadas; una serie de imágenes de palabras pintadas.

Entonces, ¿las palabras son texto o son imágenes? Foucault contesta que las palabras son imágenes y su vez, dibujan en la mente del receptor, del que mira el cuadro, otras imágenes y otras palabras. De modo que, la frase “esto no es una pipa” es un texto imagen, una representación dibujada, una suerte de caligrama, de poesía visual, donde las palabras son la trampa perfecta.

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Las tres dimensiones del objeto:

El norteamericano Joseph Kosuth (1945) es uno de los más connotados artistas del denominado “arte conceptual”.

En 1965 en sus llamadas “Investigaciones”, expuso la obra denominada “Una silla, tres sillas”. En ella, efectivamente se ve una silla, acompañada de una fotografía de la misma silla y un cartel donde se puede leer la definición de una silla. De esa forma, objeto, imagen y concepto, terminan por conformar para Kosuth la integridad del problema. Para este artista, y seguramente influenciado por M. Duchamp, el objetivo del arte no es crear objetos de arte. El plus estético que tiene una obra de arte como tal, es irreal.

Si sólo el objeto de arte (una pintura) es arte, entonces no hay arte fuera del arte (Duchamp). Para Kosuth las soluciones provienen de la filosofía del lenguaje. La imagen de la silla (la fotografía) no es la silla. Y el concepto de “silla” en sí mismo (en este caso una definición extraída de cualquier diccionario), tampoco. Ambas dimensiones representan algo que no es el objeto real.

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La  percepción de quien decodifica la imagen (lo que denota la fotografía y el texto) no son en sí mismos la silla aunque mentalmente se perciban como tales.

Con esto, Kosuth alienta la propia destrucción del objeto del arte tal como lo concebimos. Para sus fines se sirve de elementos de uso cotidiano; de aquellos que usualmente son caracterizados como no artísticos.

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De allí reelabora las finalidades artísticas y reduce al arte a una definición más. El arte es la definición de sí mismo; es la conceptualización de sí mismo. Puede haber diferentes definiciones de arte. Puede incluso haber tantas definiciones de arte como artistas.

Planteado todo esto como una problemática filosófico-lingüística y liberando al arte de elementos estéticos, de concepciones de belleza y de patrones del buen gusto, dijo al respecto en “El arte después de la filosofía”: “las obras de arte son propuestas analíticas. Esto es, si son vistas dentro de su contexto –como arte—no proporcionan información alguna sobre cualquier hecho. Una obra de arte es una tautología, en el sentido de que es una presentación de la intención del artista, esto es, el artista nos está diciendo que una obra de arte en particular ‘es’ arte, lo que quiere decir que es una ‘definición” del arte’.”

Por otra parte, para Kosuth, todo canon o toda institución legitimadora del arte, en realidad no han hecho otra cosa que, a lo largo la historia, oscurecer la verdadera esencia del arte.foto 6

Los ejemplos hasta aquí desarrollados, son en realidad insumos menores para desembocar en una problemática mayor.

En estos tiempos en los que todo hecho artístico se torna indiscutible, en los que el arte contemporáneo se ha tornado indefinible. ¿Desde donde valorarlo?, ¿desde donde definirlo? Hoy en día nos encontramos con que cualquier cosa puede ser calificada de “arte”. A veces la admiración por esos objetos no es tal, e incluso, su existencia es ininteligible. La exacerbación del sujeto (del artista) por encima de esos valores que no son otros que los sociales y culturales, han permitido que la producción haya generado tanto en fenómenos directamente mercantiles, o en expresiones antiartísticas tan reiteradas como pocas veces comprendidas, e incluso, a veces, en ejercicios innecesarios o carentes de una finalidad concreta.