¿Cómo no sentirme así? – Indio Solari en Gualeguaychú

De la nada a la gloria me voy

El ómnibus contratado demoró en salir. La lista de pasajeros estaba enredada. Algunas personas se habían pasado al otro coche, más grande y cómodo.

Cuando faltaban diez minutos para las 10 (se suponía salíamos a las 9) confirman al coordinador que el pasajero que faltaba se había dormido… ¡se había dormido! El chofer no esperó más. Partimos finalmente a las 10 de la mañana, calculando llegar a Gualeguaychú a las 4 de la tarde. Varios fanáticos daban saltitos en sus asientos de solo pensar en el destino.

Montevideo estaba gris y húmeda. Había llovido toda la noche y lo seguía haciendo; estaba frío, pero las ganas estaban intactas. Cruzamos rutas y emociones contenidas desde hacía meses, cuando se comenzó a generar el rumor y la bola empezó a rodar: “Toca en Gualeguaychú”, “No toca en Gualeguaychú”. Ya para febrero estaba confirmado: El Indio Solari iba a presentar su disco “Pajaritos, bravos muchachitos” el 12 de abril en Gualeguaychú, tierras vecinas.
¡Buenas noticias para los ricoteros uruguayos! Si bien parece mucho pedir que un personaje legendario vuelva a nuestro país, (como lo hizo en el 2005 y anteriormente en el 2001 con los Redondos) esta vez no había excusas a nivel de distancias: ya no era Mendoza, eran algunas pocas horas de viaje, en el fin de semana que daba inicio a la semana de Turismo: todo cuadraba, todo era perfecto.

En el ómnibus sonaba La Vela Puerca.
– ¿Nadie tiene un pendrive para hacer previa?”- preguntaba una mina que venía asiento por asiento, buscando música. Muchos le ofrecimos el celular para conectar como auxiliar a la radio del bondi, pero ella nos decía que el chofer musitó: “sólo funciona con pendrive”. No nos quedó otra que calzarnos los auriculares.

Salimos de Montevideo entre cervezas y mates. Estábamos prontos para dormir lo que quedaba de viaje cuando Nacho, el coordinador, nos dice que teníamos 40 minutos para volver al ómnibus luego de que finalizara el recital y si no llegábamos en ese lapso, el ómnibus se iba sin nosotros. Terminó de hablar y se fue al fondo del ómnibus. Sonaba demencial lo que acababa de decir. Me acerqué a él y tuvimos una pequeña conversación:

-Nacho, tengo entendido que va a haber mil quinientos ómnibus esperando por sus pasajeros. De noche y borrachos, ¿cómo vamos a encontrar un ómnibus entre mil quinientos? Creo que no estamos considerando las verdaderas dimensiones de esto.
-Sí, tenés razón, acabo de hablar con la gente del fondo ¡van a ser doscientas mil personas! Seguramente los esperemos unas dos horas.

Nacho no tenía ni idea de lo que pasaba, pero era flexible.

Buena suerte y más que suerte

Paramos en San José y luego en Cardona para almorzar. Serían la 1 de la tarde. Bajamos del ómnibus para fumar y nos pusimos a conversar con algunos viajeros. Una ricotera empezó a gritar:
-¡No paremos más que no llegamos! Ya salimos tarde, tengo amigos que pasaron trancados en la aduana 5 horas. ¡Vámonos ya! – Se nos pararon los pelos de la nuca. ¿5 horas en la aduana? Tiramos los cigarros y miramos a Nacho.
– No, no. Llegamos bien, tranqui. – nos dijo. Subimos al bondi y otra vez estábamos en ruta.

Ruta ricoteraLo de la aduana no era tan exagerado. Llegamos y había una cola de tres kilómetros. Nos pidieron los documentos para hacer el papeleo. Escuchamos música de mierda. La mina seguía encuestando gente a ver si alguien tenía un pendrive.

-Después van a subir perros al ómnibus, así que tómense ahora toda la droga que tengan- Nos dijo Nacho, entre risas.

Después de unas dos horas de papeleos y espera, cruzamos. No hubo perros. Parece que en la aduana había llegado la hora de “abran las vallas y dejen pasar”, éramos demasiados esperando.

Estábamos bien de tiempo. Las bebidas empezaron a correr con más fluidez. Todo estaba saliendo según lo previsto, ¡quedaba menos! Lo único que parecía jodido era no poder encontrar hielo, pero después de un rato dejó de importar. Allá a lo lejos apareció una mina con un pendrive: -Qué boluda, ¡me olvidé que tenía esto! – dijo dándole el cosito al chofer. Nuestra última hora de viaje fue hermosa: estribillos, beberajes y ansiedad.

Tics de la revolución

Nos acercábamos al sitio donde sucedería la magia. Se veían banderas por todos lados. Allá iban los ricoteros, con sus botellas cortadas oficiando de vaso, tomando fernet, vino, campari, cerveza, o cualquier bebida que sirviera para entrar en ambiente. Los que no estaban caminando se reunían alrededor de algún fuego donde calentar el cuerpo y el alma, mientras susurraban alguna canción y reían, siempre reían.

Nuestro ómnibus se detuvo y Nacho, el coordinador, se nos acercó: -Parece que no se puede avanzar más, no entran más ómnibus. El Hipódromo está a 70 cuadras, metan pata que llegan.
Eran las 6 de la tarde y el show empezaba a las 9 y media de la noche. Había que meter pata de verdad, o como dice la jerga ricotera “el que abandona no tiene premio”.

Empezamos a andar y ver: ¡estábamos en la procesión ricotera! Miles de personas caminando en la misma dirección, cantando, bailando, agitando trapos. Pareciera que los ricoteros están enamorados de ellos mismos y de lo que generan. No alcanzaban los sentidos para captar todos los brindis, los aplausos, los saltos y los cánticos que voceaban “Soy redondo, es un sentimiento, no puedo paraaaar”. Extraños que aparecían de la nada, se abrazaban y cantaban, invitándose a tomar. – ¡Vamos a disfrutar todos que esto es una fiesta! – decían todo el tiempo. Era algo increíble en su especie y dimensión, algo para dejar grabado en los párpados.

Algunos vecinos habían sacado los parlantes por la ventana y repetían “Luzbelito” y “Oktubre” en un loop infinito. ChorindioLos ricoteros saltaban a la vereda y bailaban tipo Twist mientras llovía fernet de los vasos. No faltaron las parrillas y medio tanques vendiendo Chorindio (Chorizo al pan ricotero), hamburguesas y pebetes. Las casas estaban vacías; quienes no estaban vendiendo alcohol o comida estaban sentados en los jardines, mirando el desfile singular.

Difícilmente alguien pueda explicar el fenómeno social que generó Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota y que el Indio sigue arrastrando en esencia hasta hoy. Porque al final, para una extensa mayoría, la cosa son los Redondos y así, van pidiendo a gritos en cada procesión: “Solo te pido que se vuelvan a juntar”. De todas maneras, la fórmula del Indio como solista (pluma, voz y perfume de aquella banda) sigue dando batalla y regalando más filosofía ricotera, superándose en cada misa convocando a más y más peregrinos. Ya lo dicen los ricoteros: no hay análisis o experimento que pueda explicar lo que pasa con esta banda porque “es algo que no se explica, se lleva bien adentro”.

A medida que avanzábamos hacia aquella misa pagana más seguidores nos acompañaban. Nos adentramos en ese mundo de entendimiento que sólo habitan extraños cuando comparten la misma canción. Una guiñada con el otro que dice: «Yo no sé lo que te pasa, pero estoy con vos». Íbamos así, codo a codo caminando, asintiendo con la cabeza, sintiéndonos parte de algo más grande.

Hay letras que parecían atravesar los confines del mundo. La poesía del Indio siempre ha dado que hablar. Mientras algunos han tildado sus canciones de complejas y rebuscadas, otros han dicho que son una mera apología a las drogas. Para muchos están plagadas de doble sentido y juegan con eso. Lo cierto es que, si bien puede haber tantas interpretaciones como personas, las letras del Indio son hijas de un contexto histórico particular argentino, inmerso durante un tiempo en una gran crisis política (las letras de los años 80 y 90) y luego una crisis social y económica (a partir del año 2000).

Cada canción habla de un poco de cada cosa que conocemos, fueron creadas en una época nefasta y tratan sobre ella. La filosofía ricotera tiene eso de no creer en nada, de saber que el mundo se cae, se desarma. Tienen una fuerte inclinación nihilista, pero desde una concepción más activa y creadora; saben que quizá no hay mañana, pero siguen mirando adelante.El atardecer de la procesión ricotera

La filosofía ricotera existe y se hizo presente en cada paso de esa peregrinación hacia el hipódromo donde esperaba ahí el padre de las ideas. Ideas desarrolladas de forma simbólica en sus letras, pero que sí responden a una organización y un desarrollo. Conceptos que de alguna manera nos tocan y nos hacen sentir identificados, haciéndonos parte de un todo; haciéndonos libres e iguales.

Siempre fui menos que mi reputación

Pero no todas fueron flores para al Indio, ya que muchos se sintieron molestos porque acordó con el gobierno de Gualeguaychú no pagar los impuestos correspondientes al show, alegando que el mismo iba a traer grandes ganancias a la ciudad por la cantidad de concurrentes, estimadas en 100 millones de pesos argentinos. Si bien Gualeguaychú se vio beneficiada por la llegada de los viajeros que casi triplicó en número a la población del lugar, es una actitud poco feliz por parte del artista. ¿Si todos pagan impuestos, por qué él no? Esto dio lugar a un debate político acalorado y a teorías sobre supuestos amiguismos con el gobierno kirchnerista. Cuando el gobierno, luego del debate público generado, decidió cobrar esos impuestos (a sólo unos días del concierto), el Indio respondió que si se lo cobraban iba a cancelar el show para realizarlo en otra ciudad, por lo tanto, no tuvieron más remedio que seguir adelante con el evento como se había acordado en un principio.

También hubo varias críticas de distintos medios de comunicación haciendo alusión al “caos” que habían generado los fanáticos copando la ciudad, dejándola sucia y con varios “borrachos perdidos” durmiendo por las calles, que habían olvidado regresar a sus hogares. Incluso algunos medios llegaron a demonizar al Indio y a sus seguidores escribiendo titulares del estilo “El lado sombrío del concierto del Indio Solari”, alimentándose de ciertos relatos de vecinos que declararon tener miedo a salir de sus casas, frente a la invasión de drogadictos y alcohólicos.

Si bien la salida del recital fue muy parecida a «La marcha del orgullo zombie» (todos caminando despacito porque el ancho de la calle no daba para que entrara más gente, embarrados hasta los dientes, con frío y hambre) hay que destacar que no se presenció ningún hecho violento, ni por parte de los fanáticos, ni por parte de la policía.

La figura de Solari y de los ricoteros se ha ido transformando en el tiempo. La misma cultura y marketing a las que ha castigado y negado el Indio, han sido las que lo han promocionado. Quizá por eso para algunos es un “anti que no es anti” (nunca sabremos como escapar a ciertos engranajes del sistema). Los ojos de la sociedad lo miran mal, estigmatizando también al pueblo ricotero y su ritual.

El infierno está encantador

Luego de dos horas de caminata, llegamos al Hipódromo que ya estaba repleto. Esquivamos algunas lagunas y logramos ubicarnos relativamente cerca pero fuera de la zona “pogo destructivo”. Había un increíble ambiente de fiesta y público de todo tipo: jóvenes, grandes y chicos, padres con niños, incluso hasta bebés. Escuchamos como alguien venía gritando “abran paso” y eran tres amigos que arrastraban en silla de ruedas a otro (arrastraban la silla porque era imposible girar las ruedas en ese barro). La solidaridad de la gente no se hizo esperar y todos hicieron lugar para que el chico pudiera ubicarse a un costado.

Hipódromo de Gualeguaychú

«Cada vez somos más», fueron las primeras palabras del Indio al subir al escenario, cuando ya pasaban las 10 de la noche. Así dio paso a la primera canción “Nike es la cultura”, del disco “El Tesoro de los Inocentes”, que este año cumple una década desde su lanzamiento.

El show, como show en sí mismo, no estuvo a la altura de las circunstancias. El sonido no fue bueno, además que las pantallas gigantes estuvieron a la misma altura que el escenario, por lo que se podían ver solo en parte. También se escucharon muchas quejas sobre el barrial que era el Hipódromo, debido a la lluvia de los días anteriores. Se consideraba que quizás los organizadores podrían haber puesto una suerte de plástico para contener el agua y evitar que en algunas zonas los espectadores quedaran empantanados hasta las rodillas. Lo que hizo inigualable el evento fue el público y la mística ricotera. La pasión que ponen en cada canción, haciendo de cada frase un estandarte.

Se sabía de antemano que esta era una misa diferente: Walter Sidotti, Semilla Bucciarelli y Sergio Dawi (tres ex integrantes de los Redondos) se hicieron presentes en el escenario para acompañar al Indio en lo que luego se denominó “El show musical más grande de la historia en Argentina”.

Acá está el setlist de la noche:

Indio

1. Nike es la cultura
2. Chau mohicano
3. A los pájaros que cantan sobre las selvas de internet
4. Fusilados por la Cruz Roja (Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota)
5. ¡Me matan, Limón! (Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota)
6. Unos pocos peligros sensatos (Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota)
7. Y mientras tanto el sol se muere…
8. Había una vez…
9. Martinis y tafiroles
10. Black Russian
11. ¡Todos a los botes!
12. Beemedobleve
13. A la luz de la luna
14. Caña seca y un membrillo (Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota)
15. El infierno está encantador esta noche (Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota)
16. Sopa de lágrimas (para el Pibe Delete)
17. Vino Mariani
18. Blues de la libertad (Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota) (Cantada por Deborah Dixon)
19. La pajarita pechiblanca
20. Ya nadie va a escuchar tu remera (Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota)
21. Nene nena (Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota)
Encore:
1. Mi caramel machiato
2. Pedía siempre temas en la radio…
3. To Beef or Not to Beef
4. ¿Por qué será que Dios no me quiere?
5. Todo un palo (Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota)
6. Jijiji (Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota)

 

Entre algunas de las palabras que dedicó el Indio a los presentes, estuvo la frase “La memoria sigue viva”, recordando a los 21 desaparecidos que tiene Gualeguaychú y dedicó el recital, como suele hacerlo, a las Madres de Plaza de Mayo.

El cierre de la noche estuvo de la mano del clásico “Jijiji”, haciendo temblar la ciudad con “El pogo más grande del mundo” y poniendo el broche de oro perfecto a una de las noches más lindas del pueblo ricotero. Finalizado el tema, la banda se despidió con un gran despliegue de fuegos artificiales. Mientras algunos fanáticos quedaron parados mirando el cielo y cantando, la gran mayoría del público intentaba salir del hipódromo, haciéndose lugar entre miles de personas y evitando hundirse en el barro.

La vuelta no fue fácil, salir del sitio tomaba mínimo una hora. Aún quedaban algunos puestos de comida y bebida en la calle, ideales para aquellos fanáticos a quienes les esperaban unas cuantas horas de viaje de regreso. Encontrar el ómnibus tampoco fue tarea sencilla, pero luego de unas dos o tres horas de caminata estábamos de nuevo a bordo, muertos de cansados, pero felices, prontos para partir hacia Montevideo.

Sin dudas este evento presentó un desafío para la ciudad, sus habitantes y los fanáticos. Más allá de los impuestos, el frío, las distancias y el barro, es importante destacar la voluntad y el esfuerzo de cada persona que asistió, para hacer del evento artístico algo único. Porque al final, parece que solo prevalecen las críticas, los cálculos y los comentarios vacíos, y allá, a lo último, está la música; el arte en sí mismo manifestándose.

Que un tal Indio Solari haya podido juntar 170 mil personas en un sólo lugar para disfrutar, cantar y compartir, y que esto haya ocurrido casi sin incidentes, es algo que vale la pena subrayar. A pesar de los contras y de aquellos que por alguna extraña razón quieren convencernos que vivimos tapados de mierda, que no se puede salir a la calle por la violencia que nos rodea, y que algún día inevitablemente, nos vamos a matar entre todos, el show fue un éxito y una clara muestra de que la música y el respeto pueden generar un cambio.