«Me odio y quiero morir»*. Una biografía a 20 años de la muerte de Kurt Cobain
Si fuese un poco más mentiroso y quisiese fingir cierta contemporaneidad emocional al fenómeno grunge**, este artículo comenzaría hablando de aquellos hoy lejanos y borrosos noventas con un aire de letanía triste en honor al notorio Kurt Donald Cobain, cuya desaparición física cumple 20 años este 5 de abril.
En esos años, mis jóvenes oídos imbuidos en rock progresivo y psicodelia sesentista no decodificaban del todo bien los éxitos que el nuevo rock americano ofrecía por televisión semana a semana: Red Hot Chilli Peppers, Soundgarden, Pearl Jam, Jane’s Addiction -y por supuesto- Nirvana. Fue recién una noche de 1994 que, mirando el recital Unplugged que el grupo había grabado un año antes para la cadena MTV -y que aquí canal 10 lo transmitió luego de la muerte de Cobain-, comprendí el poderoso mensaje de honestidad y fuego que el rubio suicida gritaba al mundo con la garganta ya muy rota, en medio de un decorado fúnebre.
Una Bio
Nirvana había vendido mucho más que cualquier banda, en mucho menos tiempo, escalando con la velocidad de la luz a los números uno de los charts a nivel global con la edición de su segundo disco “Nevermind” de la mano del hit “Smells like teen spirit”, en el otoño boreal del 91. Especialmente esta canción, era la síntesis perfecta de sonidos que Cobain y los suyos habían mamado desde la segunda mitad de los ochentas (hardocore, post punk, stoner, alternativo), combinados con un sentido innovador en la producción, y cayendo como anillo al dedo a la voracidad de la industria musical. La criatura que había nacido en Seattle con el nombre de grunge, tenía ahora su carta de presentación planetaria y su banda estrella. Un juguete que fue demasiado para Kurt.
Yendo aún más hacia atrás, siguiendo el rastro de vida de nuestro célebre difunto, encontramos a un pequeño Kurt en su hogar natal de la pequeña ciudad industrial de Aberdeen, pasando el tiempo entre hojas de block y crayolas, y tecleando el piano familiar sobre los éxitos de la radio. Fue un niño creativo y huraño, especialmente luego del divorcio de sus padres cuando tenía 7 años, que lo marcó obsesivamente. Para entonces, alentado por su tía Mary (una ignota cantante local), su interés musical lo lleva a aprender batería, y luego, en su adolescencia, a tocar la guitarra y formar con su amigo del colegio Krist Novoselic un grupo de covers de Beatles y Led Zeppelin al que le llamaron Fecal Matter. Tenía fantasías de abducciones extraterrestres y le gustaba pensar en que había sido adoptado por quien era su madre, mezclado con un odio creciente contra la sociedad que lo rodeaba, y especialmente, contra la autoridad. Digamos que el hábitat cristiano y conservador de Aberdeen ayudó a que el joven punkie escapara de su casa frecuentemente y se refugiara bajo los puentes a escribir poemas en sus cuadernos, entre los aserraderos. Estas escapadas a las orillas del río Wishkah (en las cuales se dice que recuperó un revólver que su madre había arrojado, luego de apuntar a su nuevo marido, vendiéndolo para comprarse su primer amplificador), están retratadas melancólicamente en su canción “Something in the way”, donde “está bien comer pescado porque no tiene sentimientos”.
En la secundaria fue un chico antisocial, cuyo entorno le resultaba intolerable. Su único amigo era homosexual, defendiéndolo frecuentemente de las humillaciones de sus compañeros. Sentía un profundo odio a la mentalidad de rebaño y a la homofobia imperante; odio que se somatizó en dolores físicos constantes. Ciertamente, su adicción a la heroína varios años antes de su muerte comenzó como un “tratamiento” para paliar los dolores de estómago, cada vez más frecuentes e intensos.
En estos años de adolescencia, y con una calificación insuficiente para ingresar en la universidad, se junta con su primera novia Tracy Marander (a la que dedicó el tema “About a girl”) y se va de casa, frecuentando el mundillo alternativo de la escuela de artes en la ciudad vecina de Olympia. Allí presencia seguido los conciertos de los Melvins, y conoce a su líder Buzz Osborne (quien había enseñado a tocar el bajo a Novoselic). Sobre ellos dijo que era su grupo favorito y los menciona varias veces en su diario personal, describiendo los toques como realmente catárticos y destructivos. Años después co-produciría su disco “Houdini”, típica mezcla grunge de metal fumón y guitarras sucias y densas. También empieza a escuchar a bandas de culto como Half Japanese, Scratch Acid o The Vaselines en las casas comunitarias en las cuales dormía; se acerca a los discos de la Velvet Underground y de bandas hardcore punk como Hüsker Dü y la influyente Black Flag, de las que mama la filosofía DIY (“hacelo vos mismo”). Grabó montones de cassettes con extraños apéndices artesanales de su propia manufactura, que arrimó insistentemente a los distintos sellos independientes que pululaban en la segunda mitad de los ochentas, y que hacían frente estoicos a la embestida conservadora de la era Reagan.
Años después, en una entrevista publicada en la revista Les Inrockuptibles, Kurt decía: «Lo que realmente cambió mi conducta, mi concepto de punk-rock, fue mi primer concierto de Black Flag. Fue increíble (…) Había tanta pasión, tanto odio y tanta energía, que comprendí que nunca podría hacer otra clase de música que no fuera esa.»
En su diario íntimo plasmaba, entre anécdotas, relatos deformes y dibujos a lápiz, algunas instantáneas que nos ayudan a pintar su figura como el típico muchacho de la generación X: “Me gusta quejarme y no hacer nada para mejorar las cosas (…) analizar mis opiniones con calma y sensatez, adoptando una actitud conformista, aunque me considere de extrema izquierda. Me gusta el consuelo de saber que las mujeres son generalmente superiores y por naturaleza menos violentas que los hombres (…) y que son el único futuro del rock and roll”.
Durante esta época de intoxicaciones y convivencia, tomando trabajos temporales y vagando la mayor parte del tiempo, entabla relación con Mark Lanegan, cantante y compositor de los Screaming Trees, al cual le llevaría el demo “Love Buzz / Big Cheese”, grabado en el sello indie K Records. Kurt quería a toda costa involucrarse en serio en el negocio musical, y la incipiente escena de Seattle y alrededores ofrecía buena materia para hacer la crema, pero la oferta para grabar un LP aún no aparecía.
En 1988, después de haber dado sus primeros conciertos importantes en varios locales de Washington y de probar suerte con unos cuantos bateristas, se ponen finalmente: Nirvana (“una mezcla de punk y hard rock” según Cobain), y a los 21 años, se embarca en la grabación de su primer disco tras haber firmado con Sub Pop. De sonido crudo y minimalista, las once canciones del “Bleach”- producido por Jack Endino – destilan toda la furia ácida de Kurt y van perfilando un nuevo paisaje sonoro tomado de las guitarras pesadas de Melvins o incluso Black Sabbath, pero con el octanaje de suciedad a la Sonic Youth… Un matrimonio de estilos difícilmente concebible por aquellos aún intransigentes años de la resaca punk rock… Y todo por 600 dólares.
El disco empieza a rotar por las radios universitarias, y el sello, a pesar de las quejas de Cobain porque el trato preferencial recae sobre el grupo Mudhoney, les organiza una gira a nivel nacional en 1989. Logran vender 40.000 copias, y el inicio de la última década del siglo XX los encuentra probando suerte en el estudio con un nuevo grupo de canciones y el EP “Blew” en las bateas independientes, esta vez editado por Tupelo Records.
En la segunda mitad del año, salen a girar junto a Mudhoney y Tad, primero por Tijuana, México, y luego por Inglaterra, que vivía el frenesí alternativo de las primeras fiestas rave y el boom del sonido madchester. A su regreso, el 17 de abril estrenan en el OK Hotel de Seattle una “Smells like teen spirit” un tanto distinta a la versión oficial, futuro misil comercial e inesperadamente proclamado himno de una nueva generación de jóvenes desencantados. El resto del año, entre las cada vez más numerosas presentaciones, graban los singles “Sliver” y “Candy / Molly’s Lips”. A todo esto, su relación con Tracy se había ido por el tacho y Kurt comenzaba a paladear las furtivas delicias de un rockstar en potencia. El consumo de sustancias, especialmente de heroína, también iba en aumento.
Y es en 1991 que firman con el pez gordo de Geffen Records y graban el ya mencionado “Nevermind” bajo la producción de Butch Vig, y con un presupuesto más de cien veces mayor al del primer disco. El aura de las composiciones definen el carácter del movimiento grunge: bronca, ironía y cierto cansancio existencial en las letras; mixtura musical entre punk rock, indie rock, sonido metálico*** y el uso darkie de reverbs y chorus en abundancia. En junio salen de gira con los Dinosaur Jr. y en agosto se van a Inglaterra junto a sus amados Sonic Youth a participar del histórico Festival de Reading. En medio, el LP es lanzado la misma semana que las tropas yanquis bombardean Bagdad, llegando a vender ese año más de 12 millones de copias, y arrastrando en su cola de éxito a bandas de la escena, como Pearl Jam. Graban el icónico video de “Smells…”, abundante en figuras propias de la imaginería Cobain: la banda estallando en vivo, el público pogueando en medio de la bruma, porristas con el símbolo de la anarquía en sus mallas, un surreal gimnasio de colegio americano…y la MTV los abrazó. Los dólares y la fama comenzaron a llover, y al año siguiente, previo a las giras por Japón, Europa y Australia, tapas de Rolling Stone y presentaciones en los más conocidos programas de TV, se casa con la cantante y guitarrista de la banda Hole, Courtney Love, a quien había conocido en un toque en Oregon.
“Nevermind” configura una redefinición del pop, desplazando del número uno de la listas ni más ni menos que a Michael Jackson, llevando a toda la movida alternativa de Seattle a la tapa de los principales medios, que la repitieron hasta el hartazgo. Pronto, las camisas de tartán y los borcegos típicos de la clase trabajadora de Seattle, inundaron las vidrieras de las tiendas de ropa. La industria musical y sus tentáculos vieron en ese movimiento vernáculo la oportunidad de expandir sus ganancias, con la misma angurria que se había tragado años atrás movimientos contraculturales como el flower power o el punk.
El dia de la presentación de la banda en “Saturday Night Live”, en una sesión de fotos previa, Cobain se tambaleaba permanentemente, llegándose a desmayar. Sobre su adicción y la banda, le comentó al biógrafo Michael Azerrad: » Yo digo: ¿Qué pueden hacer ellos? No eran capaces de decirme que parara. Entonces a mí no me importó. Obviamente ellos pensaban que era algo parecido a practicar brujería. Ellos no conocían bien mi problema, y hasta pensaron que en algún segundo iba a morir.«
A todo esto, en medio de giras y premios, en 1992 la pareja dió a luz a una niña, a la que llamaron Frances Bean en homenaje a la malograda actriz Frances Farmer (Courtney usó en su boda un vestido que había pertenecido a Farmer). Debieron dar batalla judicial para mantener al bebé en su hogar, ya que durante el embarazo, se había disparado el escándalo mediático sobre la adicción de la pareja a la heroína. La tendencia depresiva cada vez más marcada de Cobain, e incluso un trastorno bipolar diagnosticado, sumado al cansancio de los tours y su natural misoginia, empiezan a taladrar en su interior. Courtney daba muestras públicas de sobreprotección, pero algunos especularon sobre el extraño comportamiento de la pareja, y no faltó quienes afirmaron que Kurt estaba siendo vampirizado por su noble esposa.
Ese año, la banda visita Argentina, y cuenta un cronista que: «Tenía cara triste… pero también parecía completamente desconectado de la realidad, al revés de Novoselic y Grohl, que se mostraban simpáticos y dispuestos a hablar. Parecía un ente con cara de dolor de estómago (…) Ya había terminado la prueba de sonido y todos íbamos para las camionetas. Esperamos un rato mientras se terminaba de juntar todo y ahí lo vimos, sentado en el piso del parking de Vélez, siempre mirando hacia la nada y sin hablar. De ida y de vuelta, no dijo una palabra. Mientras los demás hablaban, él miraba por la ventanilla.»
A finales de año se lanza “Incesticide”, una colección de lados B y rarezas, con un sonido más directo, coversde algunas admiradas bandas y hasta una versión acelerada de “Polly»… todo un escalón por debajo del mainstream, y un descanso de la banda mientras Kurt generaba entre el estudio y su casa,material original para el próximo mojón.
Como un acto reflejo, “In utero”, producido por el subterráneo Steve Albini, fue el arañazo de Cobain. Disco con canciones sombrías, repleto de fobias y angustias poco disueltas en melodías breves y perfectas. Alegó no haber sido presionado por el sello; es que el álbum no es en absoluto comercial, y de seguro no hubiese vendido lo que vendió si Nirvana no hubiese sido el fenómeno que fue. En ese mar de contradicciones, que hacen que la música del siglo cambie, debajo de una montaña de amplificadores tirados en vivo y en directo, Cobain nos muestra sin miedo una vulnerabilidad absoluta, y se encarga en decenas de entrevistas televisadas o escritas, de hacernos saber que somos tan débiles como él. “Heart shaped box” no fue publicado como simple en EE.UU., en Inglaterra llegó al 5º lugar en las ventas. El video de la canción, lo mostraba entrando y saliendo de foco, con colores exaltados, en medio de imágenes poderosas y retorcidas, muchas basadas en sus pinturas y collages.
En octubre, visita al escritor beat William Bourroughs a su casa, tras haber editado un vinilo en colaboración, “The priest they called him”, con acoples de guitarra mientras Borroughs recitaba con una voz inexpresiva sus poemas.
Entre concierto y concierto, su aislamiento se hace costumbre, y toma distancia ya no solo de sus seguidores y de la prensa, sino también de sus amigos, y de la banda. En noviembre, luego de una gira de tres meses por Norteamérica, graban el recital electro acústico para MTV, tocando de un modo brutalmente contenido. Las cámaras lo toman irritado y físicamente destruido. La heroína lo estaba consumiendo, y la última frase de la última canción “Where did you sleep last night”, es un estertor desesperado y abatido a la vez. Un poco más adelante, declararía estar “arrepentido de haber hecho el Unplugged, cambiamos todo nuestro estilo por unos cuantos dólares; si pudiese volver al pasado intentaría cambiar muchas cosas, entre ellas el Unplugged.”
A comienzos de 1994, su estado físico era deplorable. Su bronquitis crónica se agravó, y en una gira por Roma, en marzo, sufrió una sobredosis tras mezclar alcohol con una gran cantidad de fármacos, que Courtney Love había conseguido tras procurar la receta médica. Mientras Kurt permanecía inconsciente en el hospital, ella declaró que había sido un intento de suicidio. De regreso a EE.UU., Courtney llamó a la policía para denunciar la presencia de armas en la habitación de su esposo, pero cuando fue interrogada, negó que Kurt deseara pegarse un tiro. La policía confiscó armas, y Cobain dijo que tan solo se encerraba para escapar de su esposa.
El 8 de abril de 1994, el mundo se despertó con la noticia de que Kurt Cobain se había quitado la vida con una escopeta de perdigones, tres días antes, en la habitación de su casa, luego de haberse inyectado una dosis de heroína. Su esposa había estado buscándolo, denunciando a las autoridades su desaparición. En un jarrón al costado, había una controvertida nota, dudosamente de puño y letra de Cobain, en la que nunca menciona el suicidio. Allegados hablan de que simplemente quería divorciarse y abandonar Seattle. Meses atrás, uno de sus mejores amigos, el cantante de R.E.M.,Michael Stipe, le había enviado un remise para trasladarlo a Nueva York y generar una grabación juntos, con el fin de alejarlo de la heroína. Pero Kurt, luego de haber aceptado la invitación, “subió a su habitación y tuvo al chofer esperando diez horas en la puerta de su casa. Ni salió ni contestó el teléfono.”
La prensa sensacionalista hizo de polvorín para que el fenómeno estallara y multiplicase las ventas de la marca Nirvana. El muchacho que provocó la ola que hizo que el rock alternativo dejara de serlo, tenía 27 años y un disparo que le había entrado por la boca y salido por el oído… toda una paradoja.
Hoy menos que nunca [Coda]
A 20 años del último día de Kurt en la Tierra, en medio de toneladas de bytes derramadas por la internet sobre su vida y obra, vandalizaciones biográficas mediante, el mito se ve agigantado y a la vez borroso, como si debajo de todas esas capas de información -esa imagen del cadáver tirado sobre las baldosas, de vaquero roto y champión, grabada en la mente- intuyésemos a un Cobain que tememos no conocer o no recordar. Las nuevas realidades en la industria de la música apenas guardan una esquina para las bandas que explotaron con el grunge: Pearl Jam sigue girando y su sonido hace rato que tomó una dirección más adulta y aburrida, menos inspirada; Soundgarden se disolvió en 1997 y su vocalista Chris Cornell divagó entre tapas de revistas de moda y su nuevo capricho Audioslave; Smashing Pumpkins tuvo un destino similar; de Soul Asylum se puede decir que ya tiene un par de éxitos en las FM que pasan oldies las veinticuatro horas; ni que hablar de Tad o L7, grupos que ya nadie recuerda. Sólo Mudhoney, que nunca fue masivo, mantiene una cierta punkitud y parece ser el último resquicio honesto de una escena que Kurt siempre negó y ridiculizó.
En Uruguay ya casi no se ven remeras con el rostro de Kurt Cobain por las calles. Para la mayor parte de las nuevas generaciones, ametralladas por una pared de nü metal y rock barrial, Nirvana es sólo la ex banda del guitarrista de Foo Fighters. Y muchos de nosotros, treintañeros y cuarentones, evocamos muy de vez en cuando la figura de nuestro desgarbado protagonista como el símbolo de una generación perdida, tal vez el último gran ícono del rock, escupidor de un ideario ingenuo y autodestructivo a la vez.
Notas
* “I hate myself and I want to die” es el título de una canción compuesta en 1993, en la que Cobain ironizaba sobre la etiqueta de “suicida” que la prensa colgaba de él. No deja de resultar profética también.
** El término grunge se utiliza para referirse a la mugre, o a aquello que está sucio. Se podría afirmar que la movida grunge representa una síntesis estética del ideario hippie (la libertad y el desapego material) con la actitud punk (el descreimiento en el futuro, el inconformismo y la autodestrucción).
*** La fórmula básica del rock alternativo, loud-quiet-loud (arranque ruidoso-verso tranquilo-estribillo ruidoso) patentada por los influyentes Pixies, se hizo popular con las canciones del “Nevermind”.