Un viaje de locos
De repente todo se puso borroso, el bosque era oscuro y los ruidos de los arboles penetraban en mis oídos igual que el agua traspasa una tela. La luz de la fogata que rodeábamos era intensa y no lograba distinguir las llamas. El sonido de los tambores era fuerte y dominante. Mi piel se erizaba y sentía como los pelitos de mis brazos se erguían. Todo pasó en cuestión de minutos. Ese sabor amargo que estaba en mi boca y en mi garganta anunciaba que estaba por comenzar un viaje de locos.
Comenzaron a correr las horas y mis sentidos se intensificaban, todo a mí alrededor se movía; la noche estrellada me invitaba a tocar los astros con mis dedos, ¡sentía que los alcanzaba! Empecé a caminar por el bosque y los arbustos, las ramas y las hojas me miraban, sentían mi presencia y yo su compañía; por momentos lograba ver sus ojos, pequeños, parpadeantes, vigilándome. Todo a mi lado tenía vida.
Al igual que en un deja vú los episodios los repetía una y otra vez, las caras de mis amigos de repente se transformaban en rostros desconocidos. Mi sonrisa era gigante y las carcajadas brotaban a borbotones. La euforia que corría por mi cuerpo era imparable, quería bailar, correr, saltar, hablar, cantar, todo al mismo tiempo. Me sentía invencible y a la vez temerosa, era mi cuerpo pero no estaba en él, levitaba por el bosque.
Todo esto, ¿lo logro hacer aquel papelito con dibujitos? SÍ, el LSD, ácido, o como se conoce en la jerga juvenil: tripa, es una fuerte droga psicodélica.
Pero, ¿Qué es realmente? Es un alcaloide derivado del cornezuelo del centeno que provoca alucinaciones de ojos abiertos o cerrados muy potentes. En 1938 fue sintetizado por el científico Albert Hofman, pero hasta 1943 no descubrió sus efectos. Los científicos y psiquiatras la utilizaban para tratar a pacientes esquizofrénicos pero en los 50´ la droga se hizo conocida y su fácil producción y venta ocasionó un éxito en el público.
Cuando se administra por vía oral los efectos aparecen luego de los primeros 30 o 40 minutos del consumo, y suelen durar más de 8 horas. En este transcurso de tiempo las sensaciones que comúnmente se perciben son: alteración del tiempo, este puede pasar en algunos casos de forma más rápida o más lenta. Los colores son más vivos; los objetos comienzan a perder su forma real; la persona puede padecer cambios emocionales de forma vertiginosa, pasar de la alegría a la tristeza (o viceversa) en minutos. Todos los efectos dependen además de las experiencias vividas por el consumidor.
Un poco de historia
Albert Hofmann (enero 1906- abril 2008), fue un químico suizo que descubrió la estructura de la quitina (es el material del cual están hechos caparazones, alas y garras de los insectos), pero fue mayormente conocido por sintetizar, ingerir y experimentar los efectos del LSD.
Hofman se doctoró en Zurich y en 1929 comenzó a trabajar en el departamento químico-farmacéutico de los laboratorios Sandoz (actualmente Novartis). Eligió ese trabajo porque le permitía estudiar los componentes medicinales de las plantas. Su jefe había descubierto la ergotamina (componente puro entre los alcaloides del cornezuelo) Hoffman al enterarse que otros laboratorios estaban realizando nuevos descubrimientos de alcaloides en el centeno le propuso a su jefe retomar las investigaciones, y este aceptó.
En 1938 trabajando con ergotoxinas sintetizó el LSD -25 (25 por el número de ensayo) cuando buscaba un estimulante para la circulación y la respiración. Luego de 5 años de guardado el trabajo, Hofman lo retoma intuyendo que el ensayo LSD-25 podía servir a pesar de que los laboratorios farmacéuticos lo habían eliminado.
Volvió a sintetizarla pero comenzó a tener una serie de sensaciones extrañas después de que absorbió una pequeña cantidad a través de la punta de sus dedos; describió las consecuencias en el informe que envió al laboratorio:
“Viernes 16 de abril de 1943, me vi forzado a interrumpir mi trabajo en el laboratorio a media tarde y dirigirme a casa, encontrándome afectado por una notable inquietud, combinada con cierto mareo. En casa me tumbé y me hundí en una condición de intoxicación no desagradable, caracterizada por una imaginación extremadamente estimulada. En un estado parecido al del sueño, con los ojos cerrados (encontraba la luz del día desagradablemente deslumbrante), percibí un flujo ininterrumpido de dibujos fantásticos, formas extraordinarias con intensos despliegues caleidoscópicos. Esta condición se desvaneció dos horas después.” A.H.
Días después de este episodio Hofman probó nuevamente LSD-25, esta vez consumió 250 mg; los efectos fueron más fuertes, necesitaba realizar grandes esfuerzos para hablar y armar oraciones coherentes; pensó que yendo a su casa se iba a sentirae mejor, agarro una bicicleta y se fue (de aquí es que sale el característico dibujo de una bicicleta sobre el papel secante que lleva el LSD).
En el camino comenzó a asustarse, todo el paisaje se veía ondulado y distorsionado; le parecía que no se movía, pero al contrario pedaleaba muy rápido. Cuando llegó a su casa se sentía mareado y no se podría mantener en pie, su alrededor giraba; sus objetos no tenían la forma de siempre, todo cambiaba; sentía que había enloquecido:
“El susto fue cediendo y dio paso a una sensación de felicidad y agradecimiento crecientes a medida que retornaban un sentir y pensar normales y creía la certeza de que había escapado definitivamente del peligro de la locura”
Al otro día no hubo resaca y la primera conclusión de Hoffman era que fue el producto químico más poderoso con el que había trabajado. Intuyó que tendría magnificas aplicaciones médicas, pero nunca imaginó que su consumo podría a ser recreativo y ser prohibido como lo es en la actualidad en muchas partes del mundo. Pero Hoffman siguió sus estudios con productos naturales y con sustancia alucinógenas en Sandoz.
En el 2008 a la edad de 102 años muere en Badilea, Suiza de un ataque al corazón.
No todo es risa
Como toda droga tiene sus riesgos, no todos los consumidores experimentan un “buen viaje”, algunas personas pueden tener ataques de pánico y alucinaciones terroríficas, sienten desconfianza por su entorno y sus acompañantes. También es peligroso conducir en este estado, se pueden producir accidentes. Algunas personas que usan LSD tienen miedo a perder el control, de enloquecer e incluso miedo a morir.
No se considera una droga adictiva ya que no produce esa sensación de “querer más” como lo hace la cocaína, las anfetaminas, la heroína, el alcohol o la nicotina, pero al igual que muchas drogas genera tolerancia, es decir algunas personas que toman la droga de forma repetitiva necesitan tomar dosis más fuertes para lograr los estados que lograban en los primeros consumos. Como cualquier droga las experiencias son distintas e impredecibles en todas las personas, hay que siempre cuidarse.